martes, 11 de mayo de 2021

PURGATORIO



PURGATORIO relata sobre un día en una de estas estaciones de tren, las que se ponían entre varios pueblos par que sean cerca de todos. Y se quedaban lejos de todos. Aisladas, obtuvieron su personalidad como cualquiera sociedad, pero enriquecida de todo un abanico de caracteres viniendo ahí y partiendo con el primer y el último tren. Cada uno con su historia muy particular, creando todas juntas una red social en un tiempo de últimos días antes de teléfono móvil e Internet, cuando la vida era simplemente real. 

*  *  *

El tiempo no existe. Al menos no tal y como nosotros lo percibimos, como una corriente continua y fluida. La culpa es de Platón y su interpretación de Heráclito. Panta rei. Todo fluye. No puedes dos veces entrar en el mismo río, comprendiendo que el agua del caudal se ha ido y vino nueva, otra. De ahí todas estas hipótesis de viajar en el tiempo, como si fuese un río donde se puede anticipar el futuro remando hacia atrás o incluso recuperar el pasado remando hacia adelante.

Pero en realidad no es así. Es solo nuestra forma de percibir una corriente como algo fluido y continuo, sin dar importancia a lo que en realidad la compone. Una explosión por ejemplo es un golpe de fuerza muy puntual y nada tiene que ver con fuerzas dinámicas las que propulsan movimientos. Pero una serie de estas explosiones puntuales, conectadas con un mecanismo adecuado se convierte en algo lo que vemos como una propulsión continua. Es un simple motor de cualquier vehículo, el que en lo que vemos como visible continuidad en realidad contiene lo invisible, miles de explosiones puntuales, cada una con su personalidad e integridad y sin nada que ver con la imagen de una constante continuidad en nuestras cabezas. Solo su ruido se queda como prueba de su existencia. Ruido ademas relativo en sentido de tiempo, porque el sonido es lento en viajar y lo oímos siempre mas tarde, fuera de su tiempo, cuando ya no existe y cuando ya lo sustituye el sonido de una siguiente explosión. Relativo y compuesto de instantes, cada uno con su propia identidad, así es el tiempo en realidad. Viajar en tiempo significaría ir de un instante al otro, el que pasó y ya no existe, o al que aún no ocurrió y el que asimismo tampoco existe. Salir del instante actual no sería viajar en tiempo, sería dejar de existir.

Además y el pasado y el futuro siempre lo vemos de punto de vista actual, de una forma muy subjetiva, donde el matiz de los detalles insertados de esta forma por nuestra mente puede variar el sentido de los hechos, hasta torcerlos en el como no fue, o como nunca será. Es un esfuerzo asimismo hablar con plena objetividad de una época del pasado, incluso reciente. Hablar de comunicación en tiempos cuando gente estuvo acostumbrada de no tenerla y vivir perfectamente sin ella, hablar de tiempo en una época cuando los instantes se juntaban con menos prisa e impaciencia. Una plena objetividad en este caso puede causar un efecto contrarió, para que la verdad nos parece increíble, porque las cosas las vemos y de costumbre comprendemos de otra forma.

Y que mas increíble que una idílica imagen de tranquilidad del campo con sol saliente y con los pájaros lejanos cuyos voces rocían el silencio como lo hacen estas pocas y escasas gotas de una llovizna primaveral en el cristal de una ventana. Y solo sonido de una flauta lejana, tocando una suave y dulce melodía se esta colando en el silencio matinal el que por fin se rinde ante el sonido ce campanas y voces de ovejas, las que como apareciendo de nada están cruzando el campo seguidas por un pastor. Un buenos días habitual en este lugar, pero no y para Lorenzo, un joven trajeado con corbata y de un aspecto pijo, el que destaca de todo lo demás como un parche de seda sobre un mantel desteñido de un mesón de pueblo. Destaca, pero obviamente sin intención de hacerlo y con enormes ganas de desaparecer de esta imagen idílica la que le rodea. 

Con un paso lento sin seguridad Lorenzo cruza unas vías de tren las que dirigiendo se al infinito atraviesan el campo deserto y se detiene en un viejo anden de una estación de tren solitaria y rodeada de campo, con su típico piso del jefe de la estación arriba y su porche delantero sobre el anden, donde hay varios bancos y una persona durmiendo en uno de ellos. Lorenzo se fija en su zapato “de piel genuina” manchado del barro y con una expresión de asco en el rostro con un pañuelo de papel lo intenta limpiar, subiendo con un suspiro de desesperación la mirada hacia el hombre dormido en el banco. Tras dudar un poco y pasando con la mirada por todo el alrededor, como buscando la salida, Lorenzo con una gran inseguridad se acerca al hombre dormido. ¿Quien será? ¿Que hace aquí? Y mil preguntas mas están cabalgando como los jinetes de apocalipsis por su cabeza, dejando le unos instantes como un monumento creado por un escultor de estos los que les gusta que su obra destaca del entorno. Con una gran confusión en su cabeza y aún dudando Lorenzo se acerca al hombre en el banco.

- Perdone... oiga... - en voz baja pronuncia Lorenzo, de nuevo con inseguridad mirando a los lados y acercando se un poco mas - Está usted vivo? Oiga!

El hombre en el banco de aspecto de un vagabundo sigue durmiendo. Con un suspiro de desesperación con la mano y con mucho cuidado, como cuidando de no mancharse, Lorenzo le estira la chaqueta una y otra vez. El vagabundo abre un poco los ojos cerrando los de nuevo y con una expresión de mal ánimo pronuncia algo incomprensible. Lorenzo sigue completamente confundido y de nuevo mira a los lados, pero por fin se agacha un poco hacia el hombre.

- Perlez vous... Francais? - pronuncia Lorenzo desesperadamente.

El vagabundo abre los ojos y con un cabreo en su rostro y le grita.

- ¡Es mi banco! Mío! ¿Entendido? - grita el vagabundo enseñando con la mano en un lado

- Ahí tienes otro si quieres dormir. ¡Pero este es mío!

Lorenzo primero se queda con un gran sorpresa en su rostro, la que pasa a una sonrisa tonta y de resignación.

- Que no, que va, jajajaja... - ríe Lorenzo y continúa intentando recuperar una expresión de seguridad y superioridad - ¿Dormir yo en el banco? Que va, solo quisiera preguntarle...

- ¡Todos queréis mi banco joder! Como si no hay otro. - le corta el vagabundo.

- Que no quiero su banco. - sonríe con resignación Lorenzo - Solo quisiera preguntarle

¿Cuando sale el primer tren de... este sitio?

- Hoy. - Le responde el vagabundo, poniendo se mas cómodo en el banco.

- Como que... hoy.. - pronuncia Lorenzo con confusión en su rostro - ¿a que hora me refiero?

- Esto no se sabe. - responde el vagabundo con ojos cerrados y listo para seguir durmiendo - Antes tiene que pasar el que no para y después viene el primero... y el último, vaya, es el único que para.

- Pues, vaya marrón en que me metí. - pronuncia con desesperación Lorenzo mirando a los lados y alejando se un poco - ¡Vaya marrón en que me metí!

Lorenzo pasa con la mirada por el vagabundo el que sigue durmiendo y acercando se al otro banco intenta arreglar su pelo despeinado un poco por el inesperado soplón de viento. El banco está un poco ensuciado de polvo. Lorenzo saca del bolsillo la bolsita de pañuelos de papel, sacando el último.

- ¡Vaya, el último pañuelo! - con suspiro de disgusto pronuncia Lorenzo

Lorenzo de modo un poco torpe intenta colocar con perfección el pañuelo sobre el banco, mientras de lejos aparece un sonido distorsionado de un vespino acercando se. El nuevo soplón de viento se lleva el pañuelo mientras el Pijo intentaba sentarse y este, medio sentado y mirando por un momento la bolsita vacía en su mano se va rápido tras el pañuelo, el que el viento se lo lleva detrás de la esquina del edificio, haciendo Lorenzo correr agachado intentando alcanzar el pañuelo.

Mientras tanto el sonido de la moto llena el espacio y se oye cada vez mas alto, culminando transformando se en el sonido de un fuerte golpe, acompañado de unos gritos de susto y dolor.

De la nube de polvo en el suelo incorporando se aparece el Chapas, un joven, gordito de un aspecto heavy metal, con melena y sin afeitar y un con un joint apagado en su boca.

- ¡Jodeeer, tioooo! ¡Jodeeeer! ¡La puerta del tiempo! - grita con gran sorpresa Chapas - Acabo de montarme en la moto y ya estoy aquí. ¡En un instante! ¡Jodeeer!

Detrás de él, también incorporando se con dificultad aparece Lorenzo, despeinado y cubierto de polvo, con la expresión de gran susto y dolor en su rostro.

- ¡Aaaay! Casi me matas, gilipollas! - grita Lorenzo - Que cojones puerta... de tiempo, vas drogado perdido, joder, aaaaaay... - levantando se intenta limpiar el polvo de su traje - Mira mi Armani, vaya como me puse... esto es para tintorería ya, joder...

Chapas pasando de Lorenzo y visiblemente mareado empuja la moto hasta la puerta de la estación, la pone en patas, pero esta cae de inmediato y él sin darlo importancia saca una llave con cadena típica de los heavies e intenta introducirla en la cerradura de la puerta. Tras varios intentos no lo consigue y de pie y apoyado con la cabeza contra la puerta comienza roncar.

En el cálido y lleno de detalles interior del piso del jefe en la planta encima de la estación,Pablo el jefe de la estación, un hombre de alrededor de cincuenta, gordito y calvo y con típicos bigotes de autoridad, intentando atar la corbata se acerca a la ventana, mirando hacia abajo.

- Pues vaya fiesta que nos espera hoy. - comenta Pablo con la resignación sobre actuada - ¡Vaya fiesta! - añade

Marta, la mujer de Pablo aparece entrando en salón trayendo un aire estadounidense de años setenta con su bata de casa de colores agresivos, los rulos en los pelos y lonchas de pepino en la cara.

- El Chapas viene al trabajo borracho y drogado. - comenta Marta con ironía - ¡Vaya novedad! Jajajaja.

- ¡Pues, con esto se acabará, de una vez por todas! - decisivamente dice Pablo vistiendo la chaqueta y dirigiendo de forma disimulada una mirada hacia ella.

- ¡Ja! - ríe Marta con ironía y quitando las lonchas de pepino de su cara

- ¡Puede ser sobrino de... Santo Dios! ¡Ya verás! - bruscamente y obviamente sobre actuado dice Pablo poniendo se el gorro del jefe.

- Todo lo que veré es que seguiremos como dos gilipollas en este desierto, mientras otras mujeres de jefes de estación se pasean por las avenidas y bulevares. - con ironía y desprecio comenta Marta, recogiendo la mesa.

- ¡Anda tu, siempre con lo mismo! - dice Pablo con un cabreo teatral.

- ¿Y sabes porque? Porque sus maridos no son inútiles como el mío. - sigue Marta pinchando - ¡Por esto!

- Ya sabes que el Sanchez me prometió... - intenta explicar Pablo pero Marta le interrumpe

- ¡Hace ocho años! ¡Ocho! - grita ella.

- Es que los cabrones no se quieren jubilar. - comenta Pablo como si se quiere disculpar.

- Ahora vendrá y la locutora, la que tiene un sueldo como el tuyo, tan solo por anunciar un único tren al día. ¡Ja! . Sigue Marta con ironía.

- Cuando vivimos en un país de broma, donde cada jefazo hace lo que le da la gana. - comenta Pablo abriendo la puerta - Y a nosotros demás solo nos toca trabajar y ganar dinero, para que estos pueden pagar sus... - bajando voz - estas...

- Si, eso es, escapa te, como cada vez que tocamos el tema. - grita tras él Marta con ironía

- ¡Algunos debemos trabajar! - grita Pablo saliendo y con cabreo - Vaya, mira que hora es... - mira al reloj saliendo - Y estos todos vienen a esa hora, jodeeer...

- A ver si consigo por lo menos sacar a esta pobre niña de este purgatorio de los desgraciados. - comenta con un suspiro Marta abriendo otra puerta - ¡Conchiiii cariñoooo!¡Despiertaaa! Te tienes que arreglar para la entrevista de trabajo cariño. - grita ella y con un suspiro continua en voz baja - A ver si habrá suerte...

En el tranquilo exterior de la estación Chapas sigue roncando apoyado con la cabeza contra la puerta, la que de repente se abren y él cae dentro del antiguo y oscuro hall de la estación. Despertando se en el suelo, Chapas ve en contraluz al Pablo el que está junto la puerta abierta.

- Hola jefe, buen día hoy, ¿no? - comenta con falsa amabilidad Chapas - ¿Hoy es la paga? - continua levantando se.

- Es todo en lo que pensáis. ¡En los sobres! - con resignación responde Pablo - Pero para los sobres hay que trabajar un poco ¿no? - añade con sarcasmo.

- A lo que voy.. a currar. - responde Chapas alejando se - Solo pregunto si vendrá este pringao con las pagas hoy...

En las puertas abiertas detrás de Pablo aparece Lorenzo intentando adaptar sus ojos a la oscuridad del hall.

- ¿Está abierto? - pregunta Lorenzo con indecisión.

- Si señor que está abierto y ¡por el jefe de estación en persona! - responde Pablo de modo teatral - Cuando el personal viene al trabajar cuando les da la gana, por lo menos el jefe debe cumplir, si no... Adelante, adelante.

- Buenos días. - pronuncia Lorenzo entrando con indecisión.

- Adelante, adelante. Buenos días. - comenta Pablo con la falsa amabilidad de un vendedor de seguros en un pueblo de veinte habitantes.

- Quisiera preguntar ¿a que hora sale el primer tren? - pronuncia Lorenzo coninseguridad, fijando se en la escalofriante sonrisa falsa en el rostro de Pablo.

 - La hora exacta aún no se sabe señor, primero debe pasar el que no para. - comenta con sonrisa amable Pablo - De todos modos será avisado por megafonía. - añade.

- Pues... vaya. - comenta confundido Lorenzo.

- Mientras puede entretenerse en nuestra cafetería, - sigue Pablo enseñando con la mano - adelante por favor. - sonriendo y acompañando le con la sonrisa - Un desayuno con un cafecito y el tiempo se le pasará volando. - y añade como para si mismo - Si el borracho del camarero está...

Desde la puerta Lorenzo y Pablo miran el interior de la cafetería viendo mesas con manteles sucios y llenos de vasos y botellas. En una de ellas está el Camarero, en la chaqueta blanca sucia y sin afeitar, durmiendo con el cigarrillo apagado en la boca. Lorenzo está como dudando, pero Pablo, con una amplia sonrisa le empuja dentro, pero fijando se al camarero dormido su sonrisa desaparece.

- ¡Vaya imagen! ¡Vaya imagen! - suspira con desesperación Pablo - ¡Durmiendo aquí borracho! - Grita.

- ¡Estoy recogiendo! - responde camarero levantando un poco la cabeza, pero aún sin abrir los ojos.

En el silencioso anden se ven los viejos altavoces de megafonía y dos palomas en una viga del porche junto ellos. Se oye un corto y brusco ruido de la típica microfonía de antiguas megafonías y las palomas se van volando. En la cara del vagabundo, durmiendo en el banco cae una pluma.

En la puerta de la cafetería Pablo, con una expresión del terror en el rostro, agarra la chaqueta de Lorenzo aterrorizado.

- ¡Dime que no lo hará! ¿Dime lo!- grita Pablo con la mirada de loco.

- El... ¿que? - pronuncia Lorenzo asustado y confundido.

- ¡Dime que no lo hará!- grita Pablo con gran rabia, asustando aún mas a Lorenzo.

- ¡No! ¡No lo hará! - grita Lorenzo aterrorizado.

- ¡Mientes! - grita Pablo con gran rabia, aterrorizando a Lorenzo.

- ¡Miento! - admite casi llorando Lorenzo.

- ¡Lo hará! Lo hará por joderme... - grita con gran rabia Pablo.

En este momento comienza sonar por la megafonía de la estación a toda hostia Highway To Hell.

Tras unos instantes de máxima tensión Pablo rompe a llorar con total desesperación y agarrando fuertemente a Lorenzo, todo aterrorizado y confundido mientras el camarero con una expresión de perdido y de prisa como un robot está recogiendo botellas y vasos de las mesas. 

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